Sandín (2000) en su artículo “Criterios de validez en la investigación cualitativa:
De la objetividad a la solidaridad” se ha propuesto examinar los significados
atribuidos al concepto de validez en la información social de corte cualitativo,
llevando a cabo una revisión sobre cómo los enfoques pos-positivistas y pos-estructuralistas
establecen la credibilidad de la investigación cualitativa. Finaliza su
exposición presentando estándares de validez para la investigación en general
así como los procedimientos para garantizar los criterios de validez.
Este autor una vez más pone sobre la mesa
la cuestión de la validez de los estudios cualitativos, particularizando en
aquellos que abordan la comprensión de la educación. Su revisión de las
diferentes perspectivas y enfoques muestra que el debate está en pié y su desenlace
no se aprecia con claridad hasta finales de la década anterior. A fin de
intentar articular una postura que integre las preocupaciones e inclinaciones
ideológicas de los representantes de los enfoques pos-positivistas y
pos-estructuralistas, retoma el criterio de la reflexividad, entendida esta
como “la conciencia y autocrítica reflexiva que el investigador realiza sobre
sí mismo en relación a sus predisposiciones y los posibles sesgos que pueden
afectar al proceso de investigación y los resultados” (2000, p. 238). Este criterio trae a la mente la posición habermasiana sobre la
trilogía del conocimiento (Habermas, 1971), la cual eleva a la autoconciencia al nivel de ciencia. Sin
embargo, el mismo Habermas tuvo que replantear su tesis debido a que, según Bernstein (1979), la perspectiva de la conciencia no le permitía reconocer el carácter
dialógico de la comprensión recíproca entre el hablante y el oyente, el cual,
mediante la argumentación, da lugar a los criterios de validez que permitirían dilucidar
la verdad. Así, la reflexividad como autoconciencia crítica no basta para
asegurarnos de la veracidad de los sentidos que se intentan recoger en la investigación
cualitativa educativa, sino que, además, se requerirá insistir en la triangulación
de los enfoques, sentidos, artefactos, instrumentos, métodos y participantes.
Sandín concluye haciendo una invitación “a
reflexionar acerca de nuevas responsabilidades personales y profesionales, políticas,
éticas y sociales relacionadas con la investigación educativa” (2000, p. 239). Esta conclusión supone el carácter ético detrás de la comprensión
del mundo de la educación, pues éste ocurre en el día a día desde la
multiplicidad de pretensiones que superan las prescripciones didácticas.
Referencias:
Bernstein,
Richard J. (1979). Praxis y acción:
Enfoques contemporáneos de la actividad humana: Alianza Editorial.
Habermas, Jürgen. (1971). Knowledge and Human Interests. Boston: Beacon Press.
Sandín Esteban, M. Paz. (2000). Criterios de validez
en la investigación cualitativa: De la objetividad a la solidaridad. Revista de investigación educativa, 18(1),
223-242.
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